Pasantía DeLaUrbe

VIVIR ENTRE LAS CALLES ASFALTADAS POR EL BARRIO, EL POLVO Y EL OLVIDO

Después de recorrer las calles de la ciudad de Medellín en búsqueda de dar color y brillo a los zapatos de algunos transeúntes, Pedro González llega a la iglesia La candelaria. Entre sus plegarias la más latente refleja la preocupación de llevar a casa solo $2.000 pesos producto de las dos personas que en todo un día, le dejaron practicar su tradicional oficio.
Entre acción de gracias y oraciones se encomienda a su Dios para empezar el camino a casa. Los 45 minutos que dura el recorrido le permite pensar en su familia, en lo que comerán en la noche, en el futuro de sus hijos, en el de su esposa y en el de él mismo.

Las calles pavimentadas, las grandes edificaciones y las personas que caminan haciendo algunas compras en el centro de la ciudad lentamente son reemplazadas por las lomas y calles empinadas que lo llevarán hasta su casa. Hoy ha sido un día difícil, dice Pedro, mientras mira por la ventada del bus al que accedió pagando $500 pesos hasta su casa.

Pasan los minutos y las calles pavimentadas desaparecen, el bus se tambalea fuertemente entre huecos, piedras y barro. El paisaje es ahora casas de tabla, bareque y plástico que en un pequeño espacio alojan hasta 6 0 10 personas.

El bus termina su ruta, pero el camino aún sigue, Pedro camina durante 20 minutos más y atraviesa el barrio El Pinar, el que pareciera ser el parque central del pueblo en el que vive. Las cantinas ponen en su volumen máximo los corridos y música popular que los clientes cantan mientras se toman una cerveza, un aguardiente o juegan billar.

Saluda a unos cuantos conocidos y entre las calles oscuras debido a la ausencia de alumbrado público visualiza toda la ciudad de norte a sur. Este panorama resalta una tajante diferencia entre dos espacios tan cercanos; uno que refleja una sociedad incluida dentro las dinámicas de modernización y progreso de la ciudad y otra, como en su caso, con medios de subsistencia precarios, sin servicios públicos domiciliarios y con las necesidades básicas insatisfechas.
En este lugar llamado Invasión El Manantial vive Pedro.

De lejos señala su casa, ubicada en el sector “la cancha” de la invasión. Su nieto de escasos 4 años lo recibe calurosamente y busca entre su caja de lustrar los dulces que frecuentemente Pedro le lleva. Hoy no es un día de sorpresas agradables, pues tanto su caja como sus bolsillos carecen de todo lo que sus seres queridos esperan encontrar.

Su casa iluminada por algunas velas, dejan ver el rostro de dos mujeres y un joven que salen a saludarlo. A la entrada hay una improvisada letrina, al frente una fogón de leña con algunos recipientes de plástico sucios, y al fondo cuatro cuartos divididos por paredes de plástico. Todos tienen sus pies sucios, producto del barro sobre el que está construido lo que Pedro llama su hogar.

Este territorio alberga más de 2.000 familias, algunas de ellas desplazadas, otras literalmente pobres y desempleadas y otros cuantos dueños de los pequeños negocios de la invasión, entre ellos, el que les provee la luz y el agua.

El hogar de Pedro carece de estos dos servicios públicos, pues para acceder al agua por ejemplo debe de pagar $50.000 mensuales, que le da el derecho de acercarse a una pequeña manguera en la esquina de su casa y llenar los baldes necesarios para su hogar. La luz por su parte, según Pedro, es para ricos, pues debe de conseguir el cable, pagar la instalación y el servicio mensual, “lujos que no puede darse” una familia con ingresos tan precarios como los que recibe con su trabajo.

A pesar de estas condiciones la familia saluda a Pedro con besos y abrazos y se sientan en una banca improvisada cerca a lo que se podría llamar la cocina. Mientras toman una agua de panela, comentan lo que han hecho en el día. Su esposa cuenta que trabajó en una casa de la ciudad lavando ropa, pero que le pagan el día 30 los $10.000 de su jornada laboral. Su hija Elizabeth, con noticias más alegres, relata lo que aprendió en las clases de confección que el SENA está brindando en el sector y su hijo, habla del trabajo que ha tenido sacando el barro y moldeando el piso para darle forma al lugar en el que viven.

Finalizan la conversación y se disponen a descansar. El viento entra fuertemente goleando lo que se encuentra a su paso, los plásticos que forran su casa se mueven con el vaivén de sus impulsos, amenazando con llevarse todo lo que este a su paso. Aunque todos aparentemente descansan, están elevando la misma plegaria: que no llueva y que su casa no se derrumbe como muchas del sector con las inclemencias del clima de esta época.

Esta situación la viven frecuentemente las familias que habitan la invasión El Manantial, que esperan prontamente que las obras de desarrollo, infraestructura, educación, salud y bienestar social latentes en otros sectores lleguen hasta sus hogares y les permitan tener una mejor calidad de vida.

Turbinas y escarcha dulce

Por: Richard

“El ventiadero” ha constituido por años, un lugar para ver volar y aterrizar los aviones que transitan por el aeropuerto Olaya Herrera. Un paseo que reúne a la familia en torno a la magia de volar.

Recostados sobre la reja divisoria, algunas personas miran atónitas el despegue del ave de hierro tratando de entender la forma como tal monstruo mecánico se eleva en el aire. Allí, transeúntes, deportistas, venteros y niños con sus mascotas se apilan para ser testigos de un momento único: el hombre despliega sus alas para alcanzar el cielo.


Atrás del Aeropuerto Olaya Herrera, al sur de la ciudad, hay un lugar conocido popularmente como “El Ventiadero” por el fuerte viento que surge de las turbinas de los aviones que se elevan en el aire. Por 15, años ese lugar ha recibido a las familias de clases más bajas de Medellín que buscan un lugar para compartir entre sí y disfrutar de un espacio donde pueden comer “raspao”, “salpicón”, “chuzo” de mil pesos o “crispetas”.

Un sitio tradicional que recoge las costumbres de los habitantes de la ciudad. “Aquí venia antes mucha gente a ver los aviones, pero desde que pusieron estas sillas de concreto y este pavimento, esto se daño mucho” comenta, Juan López, un vendedor de “raspao” mientras pone a la escarcha, endulzantes de colores. “Yo he trabajado aquí toda mi vida. No siempre vendí “raspao”. También vendí, salpicón, helados y “mekato” me gusta venir a este lugar, aunque era mejor antes porque había zona verde donde sentarse. La gente compra bastante, pero eso también depende del clima”.


El lugar no tiene mucho de atractivo. Las sillas de concreto les proporcionan a los deportistas un lugar provisional para descansar y la cantidad de venteros es incluso mayor a la de personas que se reúnen allí. El olor a fruta y a carne asada se mezcla en el ambiente, mientras el aire de las turbinas eleva las gorras de las personas que expectantes se acercan a la reja divisoria.

Es difícil estar allí a medio día cuando el sol está en su cenit. No existe un lugar que provea a las personas de sombra y el pavimento se calienta demasiado. Entre la valla que mantiene a las personas al margen de la pista, se pueden ver unos patos que se mueven de un lado a otro como si trataran de opacar el protagonismo de las otras “aves mecánicas”.

Así transcurre un domingo en El Ventiadero. Los niños se embelesan con los aviones y los padres de familia observan silenciosos el partir de los aviones quizá con el anhelo de, algún día, llevar a sus familias abordo de esos titanes del cielo.

“Están lloviendo Corazones”

Por: Richard

El Parque Bicentenario en la zona centroriental de Medellín es un un nuevo espacio para que las personas, más allá de divertirse construyan memoria sobre los estragos de la guerra.

Bajo los mensajes que se desdibujan en la gigantesca pantalla de agua del Parque Bicentenario, entre los cuales se ven formas de corazón, figuras geométricas y saludos, decenas de niños se reúnen para bailar entre gotas de agua. Unos entran y salen a los chorros, algunos incluso con toda su ropa puesta, se aventuran a sentir el agua en sus manos, bajo sus pies y en sus rostros.


Alrededor, algunos padres disfrutan de helado y hablan tranquilos mientras sus hijos saltan de alegría y corren de aquí para allá como pequeños grillos en la hierba. “No se puede pasar bajo la pantalla en Bicicleta, no se pueden bañar los perros y no se puede violentar a otras personas que estén disfrutando del espacio” dice unos de los guías cívicos quien cumple con su primer día de trabajo en el parque.

El proyecto adelantado por Desde hace 6 meses entró en funcionamiento, El Parque Bicentenario en el Barrio Boston en la zona Centroriental de la ciudad en el marco de los 200 años de la independencia de Colombia. Dicho parque necesitó 4200 millones para la adecuación de su primera etapa y 6000 mil metros cuadrados para ser construido. Lo que representa un total de 115 predios que la Administración Municipal tiene que adquirir y que implica, además, la reubicación de 114 familias del sector. Este proyecto lo adelanta la Alcaldía de Medellín y la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) y su diseño figuró como segundo finalista en el Premio Santiago de Compostela de Cooperación Urbana 2009, por proveer un espació con un equilibrio entre la innovación y el impacto positivo en la vida de las persona


El parque Bicentenario aún no está terminado por completo. Queda todavía por construir la otra fase del lugar la cual se entregará en el 2011 y que contará con otros lugares para el sano esparcimiento y la reflexión como La Casa de La Memoria, en donde se expondrán fotos y documentos relacionados con las víctimas del conflicto armado en Colombia. Esto se hará con el propósito de generar una memoria colectiva que le ayude a las personas a entender los horrores de la guerra para que de esta manera dichos sucesos no vuelvan a repetirse.

TALLER DE BREVES


Inicia primera jornada odontológica a niños de bajos recursos

Metrosalud comienza a partir de mañana miércoles 24 de noviembre la primera jornada odontológica que beneficiará a un grupo de niños entre los 3 y 7 años con problemas físicos y mentales que requieren de anestesia general para ser intervenidos.

Los siete niños seleccionados pertenecen a los sectores Altavista, Belén, Manrique Central, Pablo VI y popular. Uno de ellos presenta parálisis cerebral y otro hidrocefalia. Los demás son niños que por diferentes condiciones se les hace imposible recibir tratamiento odontológico sin sedación previa. Esta jornada, según los promotores, favorecerá la dentición, las condiciones de nutrición y de habla y la calidad de vida de los menores.


Alcaldía de Medellín avanza en recuperación de cauces de las quebradas La Poblada y La Presidenta
La Alcaldía de Medellín, por intermedio de la Secretaría de Obras Públicas, avanza en las labores de recuperación de los cauces de las quebradas La Poblada y La Presidenta en la zona suroriental de la ciudad.

Fuente: Periódico "Vivir en El Poblado"

Como consecuencia de esto y para facilitar la movilidad de los vehículos pesados y de la maquinaria en los sectores afectados por los desbordamientos de estas quebrabas, las instituciones educativas del sector, como el colegio San José de La Salle, Diego Echavarría Misas y The New School permanecen cerrados. Mientras tanto sus estudiantes culminan su año escolar en instituciones educativas que los acogieron.

Alcalde de Medellín visitó obras para la seguridad en la Comuna 13

El Alcalde Alonso Salazar Jaramillo, visitó esta mañana las obras que se vienen adelantando para la construcción de una Subestación de Policía en la comuna 13, que busca devolverle control y seguridad a este sector de la ciudad.

Fuete: Portal SosPaisa.com

El Alcalde afirmó que aunque se ha mejorado en control territorial, por medio de decomisos de armas, detención de líderes de bandas delincuenciales y en la acción del programa de resocialización, aún falta trabajo por hacer. Así se espera que la subestación planeada en inmediaciones de los barrios las Independencias #2 y Nuevos Conquistadores aporte a esta labor.

La economía del cluster

foto: inexmoda
La clusterizacion se impone en la actualidad como un gran aporte en materia económica para el país. Luz Eugenia Botero explica este modelo a partir de su experiencia en el Cluster del sector textil y confección, de la Cámara de comercio de Antioquia.


A partir de 2007, Medellín abrió paso a la creación del primer cluster de producción industrial en Medellín en el área de textiles, confección, diseño y moda, con lo que conformó la primera comunidad de ese tipo en Colombia y una de las pocas en la región Andina.


Su fuerte consolidación dio lugar a que sectores como la energía eléctrica, la salud, la construcción, el turismo, las telecomunicaciones y el software también se les aplicara este modelo. Así la clusterizacion se impone como la estrategia económica de la actualidad en aras de aportar al desarrollo económico del país.

Este año Medellín fue la sede de la Quinta edición del Congreso Latinoamericano de Clusters; por eso, hablamos con Luz Eugenia Botero, directora del cluster textil, confección, diseño y moda, quién explica este modelo.


¿En qué consisten los clusters?
Cluster, como tal, no es una palabra traducible literalmente, pero es la que mejor acoge el concepto de concentraciones geográficas de empresas e instituciones relacionadas entre sí, que actúan de forma conjunta en busca del desarrollo regional de todos los elementos productivos y negocios, actividades y empresas vinculadas mutuamente para la producción de bienes y servicios en un ramo determinado de la economía.


¿De dónde surgió la idea de construir tejido empresarial a partir de los clusters?
La idea viene de hace 14 años, cuando Martha Lucía Ramírez era ministra de Comercio Exterior, ella trajo este modelo económico de Europa y lo comenzó a estudiar a través de Confecámaras, la entidad que asocia todas las cámaras de comercio del país. Más tarde y, a partir de los estudios de Monitor Colombia y Monitor Antioquia, el Gobierno Nacional identifica los sectores que más le aportan al PIB, que más generan empleo y exportaciones para invertir en él. Uno de estos sectores en el caso de Medellín, es el de los textiles. El 90% de las empresas de esta índole está ubicado en Medellín y el área metropolitana, aporta el 27% del Producto Interno Bruto industrial de Antioquia y el 43% en empleo industrial. Por esto, el sector es importante dentro de las cifras económicas. Es en todos estos estudios donde se empieza a vislumbrar y consolidar la iniciativa Cluster, como una potente estrategia de desarrollo que permite construir tejido empresarial por medio de la conformación de redes de negocios y la identificación de oportunidades de mercado.

En todo el país ¿cuál ha sido el departamento de mayor impacto en materia de clusters?
Indudablemente la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, pues se han creado sólo en Antioquia ya 5 iniciativas de cluster con su respectivo director y empresarios.

¿En qué consiste en cluster textil-confección?
El Cluster Textil / Confección, Diseño y Moda se define como la concentración geográfica regional en Medellín y Antioquia de empresas e instituciones especializadas y complementarias en la actividad de confección de ropa interior y vestidos de baño, ropa infantil y de bebé y ropa casual; las cuales interactúan entre sí, creando un clima de negocios en que todos pueden mejorar su desempeño, competitividad y rentabilidad.

¿Cómo se benefician las pequeñas y medianas empresas con esta estrategia?
El tejido empresarial registrado en la cámara de comercio habla de alrededor 11.960 empresas. De estas el 0.5% son empresas grandes, el 1.7% son empresas medianas y el 6.1% son empresas pequeñas. Esto nos da que tenemos más de 9 mil microempresas, con 0 a 10 trabajadores, las principales beneficiadas.

¿Qué metas se tienen con este modelo económico?
Enseñarle a las empresas a trabajar juntas, para acceder a un mercado más amplio, como Venezuela, Ecuador o Brasil, porque, por sí solas, no podrían acceder.

¿A qué le apunta una economía agrupada a través de Clusters?
Todos estos componentes apuntan a generar cultura de integración para un acceso a mercados que permitan que la región, junto al PIB y el ingreso per cápita crezcan. Propiciamos que sean más competitivas para que accedan más a mercados tanto nacionales como internacionales.

¿Cómo cree usted que esta estrategia produzca efectos favorables en el marco del desempleo y la crisis económica del país?
En el corto plazo, las empresas tienen que intentar sostener los empleos, recuperar el mercado nacional, porque estamos inundados del mercado de afuera; luchar porque todas las empresas incentiven el consumo, tienen que seguir trabajando en la competitividad y la innovación para cuando se abran los mercados puedan ser competitivas.

fuente: Camara de comercio de Medellín para Antioquia

"Después de vivir en la calle, ví la cara de esperanza"

“La calle es una selva que yo mismo decidí vivir y a la que decidí renunciar”

Vanessa Garcés Velasco

Son las 12 del mediodía en el municipio de La Ceja, en el Oriente antioqueño, las bajas temperaturas imperan a pesar del pleno fulgor del sol. Mientras recorre las aulas, pasillos y jardines del programa PARCE, Edison Ferney Vasco Ríos ataca a su memoria reclamándole los recuerdos de los que han sido sus 18 años de vida.

Su cuerpo de estatura media, piel morena y contextura delgada ha empezado a hablar por él. Su cara lo hace perfectamente, con cicatrices y marcas que reflejan los cotejos y simpases de las noches en las que luchó por defender su espacio, sus objetos o sus deseos. Sus manos revelan las armas y los vicios que lo llevaron a traspasar los límites de su conciencia y sus ojos el temor inmenso que desata ver la muerte tan cerca al extremo de sentirse muerto.

Después de algunas vacilaciones sobre qué decir o qué contar, inicia de manera libre el recorrido por lo que ha sido su vida. Pensar en el pasado lo remite de inmediato a su experiencia de calle, dos años en los que abandonó su familia, para construir una nueva con un simple cartón, una cobija y un costal que lo acompañaron por los alrededores del río Medellín. Su nueva “familia” la conformaron drogadictos, ladrones y, en sus palabras, “gamines” que compartían su visión del mundo, de la sociedad y del futuro. “En este tiempo descubrí lo que es sentir frio, hambre y miedo”.
Después de que en Medellín sus expectativas no fueron satisfechas, regresó a La Ceja. Las calles y los “parceros” de la ciudad fueron reemplazados por su pandilla, una banda de jóvenes de los barrios Fátima y El Hoyo de ese municipio. “En la banda se movía desde 500.000 pesos hasta millón o millón doscientos diarios, se hacían robos, tiendazos, atracábamos almacenes y supermercados; con eso, nos sosteníamos. Después de superar esta etapa llegamos matar”.
Esta palabra requiebra su voz, su cuerpo se mueve de manera constante, reflejando ansiedad. Después de tres minutos en los que los ruidos de los carros y de las personas que transcurren por el lugar son los únicos que emiten sonido, decide contar una de las experiencias que más ha marcado su vida.

Un día cuando la banda se encontraba reunida en torno de una fiesta, “la novia de un parcero, se besó con otro miembro de la banda, lo que provocó un enfrentamiento entre todos”.
Horas más tarde y preso del efecto de los alucinógenos, “el parcero le disparó en el pie a su novia. Estábamos muy locos y, entre todos, decidimos amarrarla de manos y de pies”.

Recuerda que la joven le pidió que no dejara que la mataran, “porque éramos muy amigos”, pero Edison estaba muy loco y solo le dijo que se lo merecía “por torcérsele a la banda y al parcero”. No quiso quedarse más en ese lugar “y dejé que los parceros hicieran lo que quisieran con ella”. Al otro día, se dio cuenta que la habían picado en el morro.

Este recuerdo entrecorta su voz y saca a frote el arrepentimiento, sin embargo, para esa época fue solo un error más, pues las experiencias futuras, el estar en las drogas y dejarse dominar por la adrenalina que le generaba el peligro convertiría esta y más acciones delictivas en simples retos de su vida diaria.

Poco a poco, se convirtió en uno de los líderes de la banda junto a su mejor amigo “Pito Loco” y, con esto, en el joven más perseguido y buscado por las autoridades en su municipio.

“En una de esas persecuciones, después de un atraco, mataron a ‘Pito Loco’, aquí mi mundo y mi vida me dieron tres vueltas, me puse a pensar y me di cuenta de que no podía seguir ahí, que ese mundo me estaba consumiendo y que podía terminar muerto o en la cárcel. A partir de este momento renuncié a la banda”.

Al terminar con sus recuerdos, Edison alza su mirada y de una manera más fluida y segura empieza a describirme el lugar que le ha permitido abandonar los hábitos que durante años lo acompañaron: “la familia PARCE”.

PARCE es el Programa Académico de Refuerzo y Convivencia Escolar, un espacio creado por la Secretaria de Educación de La Ceja que busca, según su coordinadora Dora Inés González, mejorar a través del componente académico, la convivencia y la resocialización de jóvenes que han sido expulsados de la educación formal por sus adicciones y/o por problemas de violencia.

Edison lleva un año participando en este programa y, aunque manifiesta que fue un proceso duro en el que estuvo acompañado de psicólogos y de su familia, que le abrieron de nuevo sus puertas, expresa que fue la única forma como pudo salir del mundo que lo estaba consumiendo.
“Me veo ahora, digo que la vida da muchas vueltas, nada está escrito, uno mismo decide cuál es la vida que quiere vivir; decidí ir a la calle pero también decidí volver a la sociedad, dejar que me vieran como un marihuanero, como basura”.

Edison ya culminó su proceso en PARCE y fue remitido a una institución de educación formal para culminar su bachillerato, aunque tiene claro que desea ser psicólogo y cantante de rap y su cuento “Una noche en el parque lineal” fue el ganador en un concurso de escritura del municipio.

El consumo de drogas se mantiene entre los universitarios

El consumo de drogas al interior de los campus universitarios sigue latente; Según estudios, Colombia es el país con los mayores índices, panorama al que no es ajeno la Universidad de Antioquia.

El consumo de drogas al interior de la Universidad de Antioquia sigue consolidándose como un negocio de graves efectos para la comunidad universitaria; Desde cerveza, vino, chicha, hasta Marihuana, cocaína, LSD, bazuca, opio y heroína, son las drogas que se pueden conseguir libremente en el lugar conocido como “el aeropuerto”.


Desde $1.000 pesos para un moño de marihuana, hasta $25.000 pesos para un “tripp” de LSD, es lo que se debe de pagar para obtener la droga deseada. “La movida inicia desde las 10: 00 am, cuando los jibaros llegan, arman sus negocios y esperan que los clientes lleguen a comprar”, cuenta Andrés, estudiante que frecuenta el lugar.

El aeropuerto, ubicado en el extremo norte de la Ciudad Universitaria, no es el lugar en el que despegan vuelo los aviones, como se podría pensar, son las mentes de estudiantes, egresados y externos, que llevados por las drogas, leen, apuestan, tocan un instrumento, conversan, duermen o simplemente vuelan al lugar que sus conciencias o su estado físico deseen.

“lo bueno de este lugar es que nadie se mete con lo que estás haciendo, se respira un aire de tolerancia, de yerba, de vida”. “Aquí se dan los mejores debates políticos, se ríe, se conoce, se aprende”, “es el lugar en el que los punkeros, metaleros, hippies, regetoneros y hasta los que manifiestan no pertenecer a ninguna tribu pueden estar al mismo tiempo”, dicen dos jóvenes mientras se fuman un porro.

Más allá de los argumentos que las drogas pueden despertar en estos jóvenes, el aeropuerto, es el lugar en el que el consumo, el abuso, la dependencia, los robos y el libre expendio se mueven dentro de la ilegalidad, la adicción y la falta de control.

Alexander Gonzales, coordinador del servicio de prevención de adicciones de Bienestar Universitario, argumenta que este panorama no solo se vive en la Universidad de Antioquia, pues según él, “en todas la universidades pasa lo mismo, solo que aquí se evidencia más”.

Según el estudio Epidemiológico Andino sobre consumo de drogas sintéticas en la población universitaria de Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia (2009), el alcohol es la droga de mayor consumo entre los jóvenes, encabezado por Colombia y Perú con un 90% de los estudiantes. En esta droga, el aeropuerto ofrece aguilón a $2.500 pesos, vino desde 6.000 pesos, bolis de Vodka a $1.000 pesos, la media de chicha a $2.000 pesos, entre otros.

Siguiendo el mismo estudio, en Colombia para el 60% de los estudiantes es fácil conseguir drogas como la marihuana, cifras que se reducen casi a la mitad en los otros países. En el aeropuerto, esta droga se puede conseguir ya sea para armar a $2.000 pesos, moño, armado, o cripa a $5.000 pesos; aunque según Andrés “los precios y la calidad dependen del jibaro que le compres”.

Aunque estas cifras evidencian que Colombia es el país de universitarios que más consumen drogas y que más fácil tiene acceso a ellas, según Bienestar, en la Universidad las cifras del consumo, desde el punto de vista estadístico, no han aumentado, sino que se mantienen.

¿Qué se está haciendo para afrontar el problema?

Según Alexander Gonzales, desde Bienestar Universitario, se realiza atención individual, trabajos grupales reflexivos, talleres, conferencias e investigación, para entender cómo está el fenómeno del consumo entre los universitarios, sin embargo, argumenta que estos servicios tienen poca afluencia “porque los estudiantes que tienen problemas de drogas son reacios a estos servicios, porque piensan que pueden generar sanciones y porque se rehúsan a creer que son adictos”.

Para los estudiantes que frecuentan el aeropuerto, este es un lugar legitimo y necesario, pues según ellos tienen la libertad de hacer lo que en las calles o en otros lugares públicos les generaría sanciones y problemas con la policía.

Andrés, aunque defiende este espacio, opina que el problema es que se haya convertido en una de las plazas de vicio más grande de la ciudad y que no solo sea frecuentado por universitarios, sino por personas externas que no tiene control sobre el consumo ni sobre los efectos de la droga que tiren”.

Más allá de las visiones polares sobre la problemática del consumo de drogas en la Universidad de Antioquia, el aeropuerto es el lugar que ha ganado legitimidad no solo por los estudiantes que le dan vida, sino por la administración, el departamento de vigilancia y todos los mecanismos de control, que ha permitido que todos los días a las 10 am, ingresen los jibaros con su oferta de drogas e instauren la plaza de vicio más grande de la zona norte de la ciudad.

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