"Después de vivir en la calle, ví la cara de esperanza"

“La calle es una selva que yo mismo decidí vivir y a la que decidí renunciar”

Vanessa Garcés Velasco

Son las 12 del mediodía en el municipio de La Ceja, en el Oriente antioqueño, las bajas temperaturas imperan a pesar del pleno fulgor del sol. Mientras recorre las aulas, pasillos y jardines del programa PARCE, Edison Ferney Vasco Ríos ataca a su memoria reclamándole los recuerdos de los que han sido sus 18 años de vida.

Su cuerpo de estatura media, piel morena y contextura delgada ha empezado a hablar por él. Su cara lo hace perfectamente, con cicatrices y marcas que reflejan los cotejos y simpases de las noches en las que luchó por defender su espacio, sus objetos o sus deseos. Sus manos revelan las armas y los vicios que lo llevaron a traspasar los límites de su conciencia y sus ojos el temor inmenso que desata ver la muerte tan cerca al extremo de sentirse muerto.

Después de algunas vacilaciones sobre qué decir o qué contar, inicia de manera libre el recorrido por lo que ha sido su vida. Pensar en el pasado lo remite de inmediato a su experiencia de calle, dos años en los que abandonó su familia, para construir una nueva con un simple cartón, una cobija y un costal que lo acompañaron por los alrededores del río Medellín. Su nueva “familia” la conformaron drogadictos, ladrones y, en sus palabras, “gamines” que compartían su visión del mundo, de la sociedad y del futuro. “En este tiempo descubrí lo que es sentir frio, hambre y miedo”.
Después de que en Medellín sus expectativas no fueron satisfechas, regresó a La Ceja. Las calles y los “parceros” de la ciudad fueron reemplazados por su pandilla, una banda de jóvenes de los barrios Fátima y El Hoyo de ese municipio. “En la banda se movía desde 500.000 pesos hasta millón o millón doscientos diarios, se hacían robos, tiendazos, atracábamos almacenes y supermercados; con eso, nos sosteníamos. Después de superar esta etapa llegamos matar”.
Esta palabra requiebra su voz, su cuerpo se mueve de manera constante, reflejando ansiedad. Después de tres minutos en los que los ruidos de los carros y de las personas que transcurren por el lugar son los únicos que emiten sonido, decide contar una de las experiencias que más ha marcado su vida.

Un día cuando la banda se encontraba reunida en torno de una fiesta, “la novia de un parcero, se besó con otro miembro de la banda, lo que provocó un enfrentamiento entre todos”.
Horas más tarde y preso del efecto de los alucinógenos, “el parcero le disparó en el pie a su novia. Estábamos muy locos y, entre todos, decidimos amarrarla de manos y de pies”.

Recuerda que la joven le pidió que no dejara que la mataran, “porque éramos muy amigos”, pero Edison estaba muy loco y solo le dijo que se lo merecía “por torcérsele a la banda y al parcero”. No quiso quedarse más en ese lugar “y dejé que los parceros hicieran lo que quisieran con ella”. Al otro día, se dio cuenta que la habían picado en el morro.

Este recuerdo entrecorta su voz y saca a frote el arrepentimiento, sin embargo, para esa época fue solo un error más, pues las experiencias futuras, el estar en las drogas y dejarse dominar por la adrenalina que le generaba el peligro convertiría esta y más acciones delictivas en simples retos de su vida diaria.

Poco a poco, se convirtió en uno de los líderes de la banda junto a su mejor amigo “Pito Loco” y, con esto, en el joven más perseguido y buscado por las autoridades en su municipio.

“En una de esas persecuciones, después de un atraco, mataron a ‘Pito Loco’, aquí mi mundo y mi vida me dieron tres vueltas, me puse a pensar y me di cuenta de que no podía seguir ahí, que ese mundo me estaba consumiendo y que podía terminar muerto o en la cárcel. A partir de este momento renuncié a la banda”.

Al terminar con sus recuerdos, Edison alza su mirada y de una manera más fluida y segura empieza a describirme el lugar que le ha permitido abandonar los hábitos que durante años lo acompañaron: “la familia PARCE”.

PARCE es el Programa Académico de Refuerzo y Convivencia Escolar, un espacio creado por la Secretaria de Educación de La Ceja que busca, según su coordinadora Dora Inés González, mejorar a través del componente académico, la convivencia y la resocialización de jóvenes que han sido expulsados de la educación formal por sus adicciones y/o por problemas de violencia.

Edison lleva un año participando en este programa y, aunque manifiesta que fue un proceso duro en el que estuvo acompañado de psicólogos y de su familia, que le abrieron de nuevo sus puertas, expresa que fue la única forma como pudo salir del mundo que lo estaba consumiendo.
“Me veo ahora, digo que la vida da muchas vueltas, nada está escrito, uno mismo decide cuál es la vida que quiere vivir; decidí ir a la calle pero también decidí volver a la sociedad, dejar que me vieran como un marihuanero, como basura”.

Edison ya culminó su proceso en PARCE y fue remitido a una institución de educación formal para culminar su bachillerato, aunque tiene claro que desea ser psicólogo y cantante de rap y su cuento “Una noche en el parque lineal” fue el ganador en un concurso de escritura del municipio.

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